Campesinos, y a mucha honra

El vocablo cultura remite al cultivo del espíritu humano. Tiene lógicamente una dimensión social y grupal, pero cuando surge en Europa se refiere también a un proceso de mejora de la espiritualidad o individualidad libre. La pregunta es: ¿en qué consiste “mejorar”?

La palabra mejora abre inmediatamente un problema: el punto de vista. Está lo que yo creo que debo mejorar, lo que yo realmente quiero mejorar, y lo que otros sostienen que debo mejorar. En esto último las ramificaciones son muchas, pues recibimos recomendaciones de mejora de muchas fuentes: pareja, padres , amigos, el jefe, los compañeros de trabajo…y la propia sociedad con sus tendencias y con la cultura imperante (los libros que debemos leer, las exposiciones que no nos podemos perder, los viajes inexcusables, la forma de vestir más aceptada, etc.). Las recomendaciones externas son muchas veces contradictorias y siempre sesgadas por el punto de vista (y a veces el interés) de quien las hace. Pero es que además entran en tropel en nuestra mente para ir configurando un coro de voces que va tapando la nuestra propia; por eso decía yo, en el artículo de mayo sobre la intuición, que nuestra mente es lo menos nuestro que tenemos.

El “tengo que cambiar” muchas veces se contrapone con lo que yo elijo cultivar o mejorar libremente. Las opiniones de otros ayudan, por supuesto, pero si las tomamos como verdades también nos desconciertan y nos pueden desorientar. Hace unos días, uno de mis hermanos me mandó por el móvil un texto lapidario al respecto: “Naces. Creces. Te enamoras. Tu pareja te dice no cambies nunca. Te dice tienes que cambiar. Luego te dice has cambiado; te deja. Mueres”.

El chistecito se las trae y no sería extraño que nos llevara a un extremo del tipo “paso de los demás y hago lo que me da la gana; total, el de al lado no va a estar conforme nunca”. ¿Cómo equilibrar la dimensión social con la personal? ¿Cómo conciliar las voces de los demás y la realmente nuestra? Por cierto, ¿cuál es la realmente nuestra?; porque muchas veces nos es muy difícil encontrarla.

Quizá un buen comienzo sea dividir el proceso en 2 grandes fases: recogida de información/discusión, por una parte, y decisión por otra. En la primera, podemos hacer acopio de puntos de vista: sugerencias de los demás acerca de qué debemos mejorar, lo que leemos, vemos en películas, sentimos ante el arte o nos alcanza al viajar, etc. Aquí toca sacar a jugar a nuestra vieja amiga la Escucha, el más fiel aliado de una vida exitosa. Es momento de indagar en qué ven esas otras personas en nosotros, desde qué inquietud nos hablan, qué nos dicen realmente…(o qué nos dicen los libros, el cine, el arte, la naturaleza) y abrirnos con disposición al cambio: ¿y si yo cultivara mejor esa parcela de mi vida? ¿Qué ganaría? ¿Qué perdería? ¿Reforzaría mi ser o lo debilitaría?

Turno después de escucharnos a nosotros mismos, sobre todo conectando con la intuición, buscando una quietud en la que las voces se asienten y pueda emerger nuestra esencia. Y, finalmente, llega el turno de decidir, de tomar el poder y la responsabilidad sobre nuestra vida e ir actuando. Unas veces seguiremos voces ajenas, otras no; unas veces nos gustará el resultado y otras nos tocará aprender y mejorar. Iremos así cultivando nuestro espíritu, en un proceso continuo que se llama vivir ; contando con los puntos de vista de los demás y decidiendo desde nuestra individualidad libre. Verano cultural puede ser verano de cultivo en los terrenos en los que no te gusta lo que cosechas: airea, escarba, esponja, planta algo nuevo, riega…y confía.

¿Qué parcela de tu vida puede estar pidiendo un cambio para que seas más feliz y más libre? ¿Cómo sería si te atreves a airear ese terreno y ver qué pequeños cambios mejorarían la cosecha? Vosotros tenéis las respuestas y seguro que más preguntas…