NOS QUEREMOS…¡A RABIAR!

En pareja, la rabia y sus derivadas (decepción, frustración, enfado) van a estar presentes siempre: dos personas compartiendo vida y espacio generan por fuerza situaciones que el otro encuentra frustrantes o directamente injustas. La clave está en saber cómo manejarlo de forma útil.

Igual que el miedo aparece cuando nos decimos “esto es peligroso”, la rabia sale a la palestra cuando nos decimos “esto es injusto” (si ocurre algo y a mí me parece bien, yo no sentiré rabia alguna), y cuando nuestras expectativas no se cumplen (como las nuestras nos parecen normales, es injusto que no se cumplan).

Cuando pregunto a mis coachees para qué sirve la rabia, muchas veces me dicen: “para desahogarme”. Esto es interesante, porque es la expresión (convenientemente canalizada) de la rabia lo que puede servir para desahogarse; pero la rabia debe servir para otra cosa: para hacer algo con el fin de evitar esa situación en el futuro. Y no sólo en pareja, sino en cualquier situación, trabajo incluido.

Con la rabia se produce un fenómeno curioso: cuanto más demuestra su enfado una persona ante algo, cuanto más pierde la calma (gritando, despotricando), es más probable que después de un rato se sienta mal por haber “perdido los papeles” y pida perdón por ello, o que se encierre en sí misma, en lugar de actuar para corregir la situación que le llevó a sentir rabia. Si estoy muy enfadado es bueno desahogarme primero (a solas, o con alguien distinto de quien me provocó el enfado), pero luego toca decidir qué pasos dar. Hay personas que siguen un patrón de comportamiento muy dañino: tienden a amoldarse a los demás, a ceder, a tirar de paciencia, hasta que un día no pueden más y explotan. Y esa explosión les lleva (a modo de expiación) a volver a amoldarse y a ceder…hasta la siguiente. Los otros piensan que son inaguantables y ellos se sienten víctimas de una injusticia palmaria. ¿Os suena a alguno esta secuencia?

Si algo te da rabia, lo normal es intentar cambiarlo y para ello es inevitable (y deseable) abrir una conversación para ajustar la relación. Puedes retrasar la conversación, pero tarde o temprano la tendrás. ¿Prefieres tenerla en caliente un día que no puedas más y digas lo que se te pase en ese momento por la cabeza, o prefieres diseñarla bien? La conversación debe centrarse en explicarle al otro qué te sucede a ti, en preguntar qué le sucede a él/ella y en buscar la mejor forma de hacerse cargo de las necesidades de ambos. Sin juicios acerca de cómo es el otro y sin atribuirle intenciones: dile qué ha pasado (o viene pasando con cierta frecuencia); cómo te sientes tú ante eso; qué necesitarías; y por tanto qué le pides que haga a partir de ahora. Y que el otro cuente también su parte y haga sus peticiones, para buscar juntos la mejor solución. Atención: si esperas que te den la razón, abres la puerta de nuevo a la rabia. ¿Y si te abres a poner verdad en la relación y ver si puede o no funcionar sin que nadie pierda su centro? Buscando dentro de ti qué puedes hacer tú, escuchando muy abierto, aceptando sin enfado lo que resulte, incluido el posible desacuerdo.
Si hay acuerdo, vívelo con paz y aceptación. Si no lo hay en algo esencial para ti, piensa con tranquilidad qué pide la situación: nuevas conversaciones desde otras perspectivas, reflexión en solitario, emprender otro camino… A partir de lo que hay, decide qué hacer evitando quejas y pelea, pues sólo traen tensión y deterioro. ¿Sientes rabia? Es un aviso para que busques soluciones y, ya desde la serenidad, elijas qué hacer.

¿Cómo vives tú la rabia? ¿Te enfadas y peleas, te encierras, cedes? ¿Cómo serían tus relaciones si al sentir rabia abrieras conversaciones buscando entender y poner verdad, en lugar de frustrarte por que las cosas no son como tú quieres? ¿Qué paso puedes elegir para actuar diferente? Las respuestas y otras preguntas, las tenéis vosotros…

3 comentarios en “NOS QUEREMOS…¡A RABIAR!

  1. Gonzalo, eres el mejor. Tanto por la profundidad de tus ponencias como por la forma en que nos las haces llegar.
    Te debemos «un polo de fresa». 🙂
    Abrazos fuertes de un DPOP del Civsem.

  2. No te voy a hacer la gran faena de decirte que eres el mejor, no quiero obligarte a serlo después y para siempre! Tú ya sabes por qué te lo digo
    Pero «esta vez» has estado bien… 😉

  3. Envidiable tu forma de ser, supongo que es el resultado de una larga travesia. Hacia tiempo que no me reia tanto. Muchas gracias.

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