OLÉ MI CABALLO ÁRABE

(Publicado en la revista de El País «Shopping&Style» el 24/04/2014)

En ámbitos esenciales de la vida como la pareja, el trabajo o la familia, el descontento duradero (qué se entiende por duradero depende de cada uno) trae de la mano el runrún del cambio. Promesa y amenaza –según se mire- el cambio tiene varias parejas de baile:

Cambio y responsabilidad. Algunas personas esperan que alguien o algo les haga felices; tienen lo que podríamos llamar el “síndrome del príncipe azul”, que igual existe desde siempre pero que ganó etiqueta y glamour con Disney. Estas personas tienden a pedir que cambie el otro (la pareja, la empresa, etc.) si algo va mal, y mucho más si es la otra parte la que dice necesitarlo. ¿Os suena eso de “yo no tengo nada que cambiar”? El reverso de la moneda está en las personas que se sienten responsables de la felicidad de los demás: si una situación demanda un cambio es fácil que se esfuercen por cambiar ellos, que busquen cómo solucionar el asunto para que “todo esté bien”. Se responsabilizan de la felicidad ajena…pero no de la propia, e inadvertidamente obstaculizan el desarrollo del potencial de los otros. Parece por tanto que el quid de la cuestión está en tomar la responsabilidad justa y discernir qué nos toca cambiar a nosotros y qué a los demás. Y luego están los realistas (o eso piensan) que creen que “las cosas son como son” y nada se puede hacer para cambiarlas. Esto tiende a ser un salvoconducto (embellecido con un pretendido estoicismo) para la inacción y el no sentirse responsable.

Cambio y sabiduría. Hay un discernimiento aún más importante que el anterior. Está en saber distinguir en qué podemos actuar y en qué no. Donde no podemos hacer nada, intentar cambiar las cosas conduce a la extenuación y el absurdo de  Sísifo: nos esforzamos continuamente sin resultado alguno (frustración garantizada). Aquí sólo caben la aceptación y la serenidad. Donde sí podemos hacer algo, toca coger el poder sobre nuestra vida y actuar para tratar de introducir los cambios necesarios, apelando a nuestro coraje y nuestra fuerza. ¿Cómo distinguimos entre ambas situaciones y evitamos ser “falsos realistas” o resignados? Pues con sabiduría, a la que se accede mejor de lo que pensamos si conectamos con nuestra esencia y nuestra intuición. Aíslate del ruido externo, escúchate…y confía.

Cambio y confianza. El miedo es el gran disolvente de la promesa del cambio. Cuando sentimos con fuerza el aguijón del descontento, surge la arrancada de caballo árabe con declaraciones necesarias como “esto se va a acabar” o “basta: ya no quiero más de esto”. Lo que ocurre es que nuestros miedos (tan pícaros ellos) tienden a inducir una molesta parada de burro manchego , avalada por prudentes enfoques como “bueno, tampoco es tan malo lo que tengo”, “el riesgo es demasiado alto”, “mira que si me sale mal”, etc. En ese momento “mejor-me-quedo-como-estoy” influyen también quienes nos quieren, por su miedo a vernos sufrir. De modo que es básico calibrar bien los riesgos y nuestras fuerzas, preguntándonos “¿Qué es lo peor que puede pasar?”; considerar posibilidades de acción; y confiar. Entran en juego sabiduría y confianza.

El cambio es inherente a la vida, ya nos lo anunciaba Heráclito de Éfeso, filósofo del fluir y el cambio incesante. Abrirse a cambiar es abrirse a crecer, a vivir una aventura en lugar de un destino escrito. Con responsabilidad y sabiduría, podemos romper la ceguera que produce el hábito y mirar más allá. Puedes hacerlo solo, o ser acompañado por alguien como un coach, sabiendo que al final tú decides pues nadie sabe de ti tanto como tú.

¿Te animas a ir construyendo la persona que quieres ser? ¿Te animas a responsabilizarte de tu propia felicidad y buscar otras posibilidades? ¿Eliges confiar? ¿Qué cambio pondría una sonrisa en tus ojos? ¿Cómo sería si engalanas tu caballo árabe con responsabilidad, sabiduría, confianza y prudencia? Las respuestas –y otras preguntas- las tenéis vosotros…

Un comentario en “OLÉ MI CABALLO ÁRABE

  1. El cambio es vida, la vida es cambio. Nuestro propio cuerpo está continuamente renovandose y cambiando. Nuestros pensamientos, creencias, opiniones, formas de hacer y de ser… nada hay estático, permenente e inmutable. Pero seguimos teniendo miedos infundados al devenir incesante de la vida. Si tienes miedo a vivir te sentiras incapaz de cambiar. ¿Hay algo más absurdo que tener miedo a morir?. Morir es parte inseparable de la vida, pero seguimos sin admitir la muerte.
    Cuanta incoherencia y así nos va… entretenidos en hacer nos olvidamos de sentir y de ser. Mira hacia dentro tienes en tí todo un mundo por descubrir.

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