La Ecuación Esencial

En una sesión de coaching es frecuente encontrarse con sentimientos de decepción, porque la pareja, el amigo, la madre o la empresa en la que trabaja el cliente (que recibe el enojoso nombre de coachee, qué se le va a hacer) no ha actuado como se esperaba.

La expectativa defraudada es absolutamente personal e intransferible, pero tendemos a hacerla casi universal a base de disfrazarla con un ropaje muy digno y a la vez falaz: la normalidad. “Si me quieres como me dices que me quieres, deberías hacer tal cosa; es lo normal”; “Después de X años trabajando aquí, lo normal sería que me ascendieran a …”; “En una situación como la mía, lo normal es que una buena amiga hiciera…”. ¿Os suena?

“Lo normal” es un concepto muy español, cuyo significado último es: “lo que hago yo (o  mi familia) de toda la vida de Dios”. Cómo se comporta un buen amigo; si se pueden hacer ciertas cosas y no otras; cómo se manifiesta el enfado; la temperatura a la que se sirve la sopa… éstas y mil cosas más van conformando un mapa de la normalidad al que esperamos que se ciñan los demás y que se blande ante los infractores con la autoridad aplastante que parece darnos la sonoridad campanuda de la propia palabra: lo NORMAL. Notad cómo vibra la L al decirlo con cierta fuerza y lo seguros que os quedáis al decirlo: “¿Cómo que qué pretendía que hicieras?…Pues nada más que lo normal”; “No me parece que pida yo mucho; vamos, lo normal”. Un comodín similar es “lo lógico”. Decir estas cosas nos suele dejar con la certeza de estar cargados de razón: ¡qué ilusos somos!.

Un buen amigo me enseñó que hay una “ecuación” esencial para vivir sabiamente: Satisfacción= Resultado – Expectativa. Si lo que obtenemos es igual o mayor que lo que esperábamos, estamos satisfechos. Si es menor, aparecen decepción, frustración, enfado, ira  y demás gradaciones de la escala de cada uno. Dialogando con mis coachees, ellos han opinado siempre que es en la expectativa donde toca ponerse manos a la obra:

1)     Fijándonos expectativas razonables. Parece que esperar que te cuiden tu pareja o tu empresa “es normal”, pero ¿qué significa que te cuiden?. Porque si es que el otro sea detallista contigo todos y cada uno de los días, o que tu jefe esté de acuerdo siempre con tu punto de vista, la posibilidad de decepción es máxima.

2)     Procurando que los demás sepan lo que esperamos. Es decir, pidiendo. Contra todo pronóstico, no hay un aluvión de gente corriendo hacia las tiendas para comprarse una túnica morada, jugar a ser Rappel, y adivinar lo que quieres o esperas. Es tu responsabilidad decirlo claramente: PEDIR. Qué te gustaría, para qué, cómo te gustaría, cuándo, etc. Y parece conveniente preguntar dónde se encuentra la expectativa del otro y qué le parece lo que pides. La idea es que ambas partes vean cuál es el máximo común denominador para hacerse cargo de las inquietudes de los dos; y construirlo juntos, nutriéndolo con los respectivos puntos de vista. En los restaurantes buscamos inspiración preguntando a los demás qué van a pedir; ¿por qué no hacerlo en la vida diaria? Si dejamos espacio al pedir, la relación tiende a fortalecerse y ambas partes se enriquecen mucho.

Si esperas sin más (de la vida, de los demás, de la empresa), es fácil que tu emocionalidad oscile entre la ilusión y la decepción, casi como si compraras lotería y dependieras de la suerte. Si pides, tomas el poder sobre tu vida, la responsabilidad de ir diseñando conversaciones para pedir a los demás qué te gustaría…y no para imponer tus deseos, sino para buscar con el otro el mejor resultado posible para ambos. Pedir abre la puerta a escuchar de verdad, a aprender, a pulirnos en el roce con los demás.

¿Qué tipo de vida te seduce más?; ¿Depender de los demás o de ti mismo?; ¿Esperar, o pedir?; ¿Hay alguna petición pendiente que podría cambiar tu vida? ¿Dejas espacio para que los demás te pidan? Las respuestas –y otras preguntas- las tenéis vosotros…

Gonzalo Azcoitia. Artículo publicado en El País (revista Shopping&Style) en marzo 2014

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